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La Misión de la Organización de Estados Americanos,  con sus observaciones puntuales, comprobó que la voluntad del soberano se respetó en las elecciones municipales de Nicaragua.
Lo mismo confirmaron los partidos participantes en la justa electoral. Y también el Departamento de Estado, de los Estados Unidos, avaló los resultados finales: “La presencia de una misión de observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) brindó la requerida transparencia…”.
El presidente Daniel Ortega sostuvo: “Hemos conocido las valoraciones (…), que los resultados son los resultados que dio a conocer el Consejo Supremo Electoral; que tenemos deficiencias. No existe Democracia perfecta, ¡no ha existido! Ni la Democracia griega…”.
En ese orden, Estados Unidos coincidió con las recomendaciones de la OEA ya conocidas.
Para la institución continental “La votación transcurrió de manera tranquila, fluida, pacífica y sin mayores incidentes”.
Al respecto, el comandante Ortega ponderó la amplia participación ciudadana para un evento municipal: “la actitud de 2 millones 30,000 nicaragüenses que el 5 de Noviembre salieron a Votar”.
El doctor Wilfredo Penco, jefe de la Misión de Observadores de la OEA, estableció que “El Trabajo de Verificación que hizo la Misión refleja un porcentaje de participación que oscila entre el 48% y el 52%, naturalmente del Padrón Activo”.
II
La derecha fallida, que es incapaz de mover el 2% del electorado pero con soberbia abusa hablar “en nombre del pueblo de Nicaragua”, alucina con la mentira mal contada de que el 80% de la población no votó.
Quieren hacer creer que no son propietarios exclusivos de tantas siglas desiertas. Sin embargo, hay partidos que cuentan con dignas colectividades y que, además, no temieron ir al terreno de juego a probar sus capacidades de movilización popular.
Para Ciudadanos por la Libertad, con pocos meses de nacido, por ejemplo, fue un magnífico ejercicio. Al quedar en tercer lugar (184 mil 321 votos) demostraron que no son una fantasía editorial S.A.
Estados Unidos debiera comprender que ni las páginas de un partido impreso, ni las declaraciones de la propulsora de la Nica Act, son boletas electorales. En las urnas decidió un pueblo de carne y hueso, no de tinta y papel.
El triunfo de los alcaldes sandinistas es real. ¿Por qué dejarse rebasar por el odio para no aceptarlo? La sociedad no fue embaucada por los discursos incendiarios de los políticos viscerales.
Sí son lamentables las muertes ocurridas, luego de las elecciones. Pero no es humano aprovechar la sangre de hermanos para presentarla como una tendencia nacional. La Policía informó de actos violentos aislados en 13 municipios, de los 153. Esto representa el 8.5% de la División Política Administrativa de Nicaragua.
III
Aunque hasta la fecha las frustradas candidaturas y sus patrocinadores, mundanos y no mundanos, pretenden por razones mezquinas que el país se hunda, lo cierto es que Nicaragua es una de las naciones con mayor estabilidad en América Latina. Ya no es la tierra del éxodo de los años 90 y 2000, ni santuario de cárteles, capos y maras.
Entonces, debe inventarse el “problema”: hay una “crisis política y económica” –el arsenal de las falacias es inmenso–,  el sistema electoral “ha colapsado”. De ahí “el fraude”. Y esta cantaleta la entonan en especial desde las elecciones de 2011.
Pero, ¿cuál fue la posición de la Unión Europea que la hiperderecha censuró porque ayer, igual que hoy, los datos desmienten a los que falsifican la verdadera Nicaragua?
El jefe de la misión de observación, Luis Yáñez, expuso seis noviembres atrás: “A mí me gusta ser claro. Si la pregunta es: Si el señor (Daniel) Ortega y el Frente (Sandinista) han ganado las elecciones o la han perdido, ¿qué es lo que define la famosa palabra fraude…?  Para los políticos, fraude es dar por ganador al que ha perdido, y dar por perdedor a quien ha ganado. En ese caso, es indudable que el Frente y el señor Ortega han ganado las elecciones. En el informe preliminar que tiene 11 páginas, 11 folios, no se utiliza la palabra fraude en ningún momento”.
Tampoco ahora se puso a un lado la decisión  cívica. ¿Por qué cuesta admitir que el Sandinismo gane? ¿Por qué solo reconocer sus derrotas electorales? ¿Por qué contaminar la Tierra con la industria del falso testimonio?
El enorme ensayista estadounidense, Ralph Waldo Emerson, bien reflexionó: “El mundo se sostiene por la veracidad de los justos: ellos hacen saludable la tierra”.
Sin duda que deben perfeccionarse los mecanismos electorales. Si no, para qué el Estado de Nicaragua suscribió con la OEA un Memorándum de Entendimiento.
Este compromiso fue ratificado tanto por el presidente Ortega como por la Vicepresidenta Rosario Murillo no en cualquier fecha: se hizo ante la memoria del fundador del FSLN, Carlos Fonseca, en el 41 aniversario de su caída. Son palabras mayores por la Democracia que ninguna otra formación política ha pronunciado en nombre de sus muertos ilustres.
Pero mientras la minúscula minoría radicalizada no recupere sus cabales y salga de lo que Carlos Fuentes llamó la “borrachera ideológica del neoconservadurismo”, siempre evadirá la realidad: invocan el intervencionismo de Estados Unidos a través de la Nica Act, para que les entregue el paquete completo del tablero de mando. ¿Es eso democracia?
La respetable señora embajadora de Estados Unidos, Laura Dogu, debe tomar nota de dónde viene el abominable comportamiento de estos “demócratas”. Surge de una triste tradición que Washington ya debería haber puesto The End.
Rubén Darío reportó a “La Nación”, de Argentina, la “receta culinaria” con que entonces “cocinaban” a Nicaragua. El escritor colombiano, José María Vargas Vila, escuchó decir al historiador nicaragüense, José Dolores Gámez, estas palabras que se cumplieron al pie de la letra hace 108 años:“Que los americanos nos han de comer, es un hecho. No nos queda más que escoger la salsa con que hemos de ser comidos” (París, 15 de marzo de 1902).
La derecha ultraconservadora tiene ahora un reto muy simple, y sin condimentos, para tratar de gustar al hoy exigente paladar nacional: dejar de ser salsa ofrecida.
Sí, porque la resignación, además de no ser una actitud patriótica, ni mucho menos una virtud cristiana, hace tiempo que el General Sandino la eliminó de la dieta nicaragüense.
Fuente: El 19 Digital

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