Carlos Midence
Embajador de Nicaragua
Los fundamentos organizativos del modelo económico de la Nicaragua de hoy se rigen por dos principios básicos: generar bienes y redistribuirlos de la manera más justa posible. Esto con la finalidad de alcanzar el bien común para la ciudadanía de forma general. Vistos así, diríamos que es una obviedad. No obstante, la particularidad radica en que son asumidos por todos los actores: Gobierno, empresariado de todos los niveles, emprendedores, ciudadanos, sindicatos, organizaciones diversas.
El Gobierno, en amplia armonía y consenso con la comunidad, organizada en todas sus expresiones socio-productivas, ha puesto en marcha prácticas, acciones, políticas, programas, estrategias de producción y redistribución que han redundado no sólo en el bien común de la población sino en la reducción de la pobreza y en la dinamización de las economías locales y el mercado interno.
Ante preguntas como: ¿En qué dirección debemos ir? ¿Debe la economía ser ecológica y sostenible? ¿Debe ser más que justa, igualitaria, en su distribución? ¿Debe el Ser Humano ocupar el lugar central en el sistema de cosas? ¿Se deben incentivar valores como: solidaridad, honestidad, empatía, confianza, seguridad, estima? ¿Debe la economía medir el beneficio social? ¿Qué es lo que necesita el Ser Humano, para sentirse satisfecho y feliz? ¿Qué alianzas debe fomentar el Estado? ¿Qué políticas públicas deben primar?
Estas preguntas, son, en el caso de Nicaragua, factores y guías constitutivas del Plan Nacional de Desarrollo Humano, implementado por el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, bajo la conducción del Comandante-Presidente Daniel Ortega y la Vicepresidenta Poeta Rosario Murillo, documento rector de la bienandanza del entramado socio-económico nacional. Estos son elementos básicos de un sistema productivo armónico con la naturaleza que constituye una necesidad urgente para una economía que puja por su solvencia, en franco y constante crecimiento, sin olvidarse del Ser Humano: promoción de sus capacidades, creatividad, emprendimiento, como agentes esenciales de ese desarrollo.
La sociedad nicaragüense, en los últimos años, ha conquistado transformaciones necesarias y trascendentales en su sistema fiscal, por ejemplo, jurídico, estructural, generación de energía, transporte y, en los modos de producción y consumo que han garantizado equilibrio, sostenibilidad, seguridad y motivación suficiente a los inversionistas para emplazarse en el país. El crecimiento sostenido de la inversión extranjera y del PIB, son pruebas fehacientes de ello, así como los números en la inversión social. Dentro de esta lógica también es fundamental citar el control efectivo de la inflación y la tenaz apertura de nuevas rutas de mercado.
Nicaragua impulsa una economía que debe ser interpretada, sobre todo, en clave de oportunidad. Oportunidad para crecer, transformar, emprender, para abrir nuevos trayectos de crecimiento colectivo-social y a su vez explorar alternativas que le permitan alcanzar el Buen Vivir de todos sus agentes: campesinos, cooperativistas, artesanos, mujeres, empresarios, organizados democráticamente, siguiendo los principios de comercio justo, diálogo, transparencia y respeto.
Esto contribuye a crear sobresalientes condiciones para que la comunidad trabaje a favor de propósitos y fines comunes. Nicaragua ha activado una poderosa herramienta: un modelo socioeconómico del bien común, con el objetivo de erradicar la pobreza, sus causas y consecuencias, garantizando derechos y, el despliegue armónico, de todas las partes implicadas.
10/04/2017. © Todos los derechos reservados
Fuente: Thediplomatinspain,
http://thediplomatinspain.com/nicaragua-modelo-de-desarrollo-para-el-bien-comun/